sábado, 27 de marzo de 2010

CUESTIÓN DE SIRENAS (Actividad para 4º4ª y 4º5ª de la E.E.M.Nº2)

1. Leer los textos que siguen a continuación:

“La sirena inconforme” de Augusto Monterros

Usó todas sus voces, todos sus registros; en cierta forma se extralimitó; quedó afónica quién sabe por cuánto tiempo.
Las otras pronto se dieron cuenta de que era poco lo que podían hacer, de que el aburridor y astuto Ulises había empleado una vez más su ingenio, y con cierto alivio se resignaron a dejarlo pasar.
Esta no; ésta luchó hasta el fin, incluso después de que aquel hombre tan amado y deseado desapareció definitivamente.
Pero el tiempo es terco y pasa y todo vuelve.
Al regreso del héroe, cuando sus compañeras, aleccionadas por la experiencia, ni siquiera tratan de repetir sus vanas insinuaciones, sumisa, con la voz apagada, y persuadida de la inutilidad de su intento, sigue cantando.
Por su parte, más seguro de sí mismo, como quien había viajado tanto, esta vez Ulises se detuvo, desembarcó, le estrechó la mano, escuchó el canto solitario durante un tiempo según él más o menos discreto, y cuando lo consideró oportuno la poseyó ingeniosamente; poco después, de acuerdo con su costumbre, huyó.
De esta unión nació el fabuloso Hygrós, o sea “el Húmedo” en nuestro seco español, posteriormente proclamado patrón de las vírgenes solitarias, las pálidas prostitutas que las compañías navieras contratan para entretener a los pasajeros tímidos que en las noches deambulan por las cubiertas de sus vastos transatlánticos, los pobres, los ricos, y otras causas perdidas.

Augusto Monterroso (1991), La oveja negra y demás fábulas, Barcelona, Anagrama.

Fragmento del Canto XII de La Odisea de Homero

“Odiseo.-¡Oh, amigos! No conviene que sean únicamente uno o dos quienes conozcan los vaticinios que me reveló Circe, la divina entre las diosas, y os los voy a referir para que, sabedores de ellos, o muramos o nos salvemos, librándonos de la muerte y de la Parca. Nos ordena lo primero rehuir la voz de las divinales sirenas y el florido prado en que éstas moran. Manifestóme que tan sólo yo debo oírlas, pero atadme con fuertes lazos, de pie y arrimado a la parte inferior del mástil –para que me esté allí sin moverme-, y las sogas líguense al mismo. Y en el caso de que os ruegue o mande que me soltéis, atadme con más lazos todavía.
Mientras hablaba, declarando estas cosas a mis compañeros, la nave, bien construida, llegó muy presto a la isla de las sirenas, pues la
Empujaba favorable viento. Desde aquel instante echóse el viento y reinó sosegada clama, pues algún numen adormeció las olas. Levantáronse mis compañeros, amainaron las velas y pusiéronlas en la cóncava nave y, habiéndose sentado nuevamente en los bancos, emblanquecían el agua, agitándola con los remos de pulimentado abeto. Tomé al instante un gran pan de cera y lo partí con el agudo bronce en pedacitos, que me puse luego a apretar con mis robustas manos. Pronto se calentó la cera, porque hubo de ceder a la gran fuerza y a los rayos del soberano Sol Hiperiónida, y fui tapando con ellas lo oídos de todos los compañeros. Atáronme éstos en la nave, de pies y manos, derecho y arrimado a la parte inferior del mástil; ligaron las sogas al mismo, y sentándose en los bancos, tornaron a batir con los remos el espumoso mar. Hicimos andar la nave muy rápidamente y, al hallarnos tan cerca de la orilla que allá pudieran llegar nuestras voces, no se les encubrió a las sirenas que la ligera embarcación navegaba a poca distancia, y empezaron un sonoro canto:
Las sirenas: - ¡Ea, célebre Odiseo, gloria insigne de los aqueos! Acércate y detén la nave para que oigas nuestra voz. Nadie ha pasado en su negro bajel sin que oyera la suave voz que fluye de nuestra boca, sino que se van todos después de recrearse con ellas, sabiendo más que antes, pues sabemos cuántas fatigas padecieron en la vasta Troya argivos y teucros, por la voluntad de los dioses y conocemos también todo cuanto ocurre en la fértil tierraEsto dijeron con su hermosa voz. Sintióse mi corazón con ganas de oírlas, y moví las cejas, mandando a los compañeros que me desatasen, pero todos se inclinaron y se pusieron a remar. Y, levantándose al punto Perímedes y Euríloco, atáronme con nuevos lazos, que me sujetaban más reciamente. Cuando dejamos atrás las sirenas y ni su voz ni su canto se oían ya, quitáronse mis fieles compañeros la cera con que había yo tapado sus oídos y me soltaron las ligaduras. Al poco rato de haber dejado atrás la isla de las sirenas, vi humo e ingentes olas y percibí fuerte estruendo. Los míos, amedrentados, hicieron volar los remos, que cayeron con gran fragor en la corriente, y la nave se detuvo porque ya las manos no batían los largos remos”.

2. Comparar los dos textos: ¿En qué se parecen y en qué se diferencian?


3. ¿Cómo es la actitud de Ulises en cada uno de los textos?


4. Investigar sobre cómo eran en realidad las sirenas.


4. Realizar un glosario mitológico con los personajes que aparecen en ambos textos.

Traer las actividades resueltas a clase.


Como una posible referencia de la relación entre  ambos textos puede leerse "De Homero a Monterroso" (análisis comparativo e interpretativo escrito por Inés Carozza) publicado en http://literaturaynadamas.blogspot.com/ o en el Escaparate de obras de la biblioteca virtual Miguel de Cervantes, http://www.cervantesvirtual.com/)

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