domingo, 31 de enero de 2010

UNA FÁBULA..., UN POEMA...

                      FEDERICO GARCÍA LORCA(1898 - 1936)

               LOS ENCUENTROS DE UN CARACOL AVENTURERO
Diciembre de 1918
(Granada)
A Ramón P. Roda.

Hay dulzura infantil
en la mañana quieta.
Los árboles extienden
sus brazos a la tierra.
Un vaho tembloroso
cubre las sementeras,
y las arañas tienden
sus caminos de seda
-rayas al cristal limpio
del aire-.
En la alameda
un manantial recita
su canto entre las hierbas.
Y el caracol, pacífico
burgués de la vereda,
ignorado y humilde,
el paisaje contempla.
La divina quietud
de la Naturaleza
le dio valor y fe,
y olvidando las penas
de su hogar, deseó
ver el fin de la senda.
Echó a andar e internose
en un bosque de yedras
y de ortigas. En medio
había dos ranas viejas
que tomaban el sol,
aburridas y enfermas.
"Esos cantos modernos
-murmuraba una de ellas-
son inútiles". "Todos,
amiga -le contesta
la otra rana, que estaba
herida y casi ciega-.
Cuando joven creía
que si al fin Dios oyera
nuestro canto, tendría
compasión. Y mi ciencia,
pues ya he vivido mucho,
hace que no lo crea.
Yo ya no canto más..."
Las dos ranas se quejan
pidiendo una limosna
a una ranita nueva
que pasa presumida
apartando las hierbas.
Ante el bosque sombrío
el caracol se aterra.
Quiere gritar. No puede.
Las ranas se le acercan.
"¿Es una mariposa?",
dice la casi ciega.
"Tiene dos cuernecitos
-la otra rana contesta-.
Es el caracol. ¿Vienes,
caracol, de otras tierras?"
"Vengo de mi casa y quiero
volverme muy pronto a ella".
"Es un bicho muy cobarde
-exclama la rana ciega-.
¿No cantas nunca?" "No canto",
dice el caracol. "¿Ni rezas?"
"Tampoco: nunca aprendí".
"¿Ni crees en la vida eterna?"
"¿Qué es eso?
"Pues vivir siempre
en el agua más serena,
junto a una tierra florida
que a un rico manjar sustenta".
"Cuando niño a mí me dijo
un día mi pobre abuela
que al morirme yo me iría
sobre las hojas más tiernas
de los árboles más altos".
"Una hereje era tu abuela.
La verdad te la decimos
nosotras. Creerás en ella",
dicen las ranas furiosas.
"¿Por qué quise ver la senda?
-gime el caracol-. Sí creo
por siempre en la vida eterna
que predicáis..."
Las ranas,
muy pensativas, se alejan.
y el caracol, asustado,
se va perdiendo en la selva.
Las dos ranas mendigas
como esfinges se quedan.
Una de ellas pregunta:
"¿Crees tú en la vida eterna?"
"Yo no", dice muy triste
la rana herida y ciega.
"¿Por qué hemos dicho, entonces,
al caracol que crea?"
"Por qué... No sé por qué
-dice la rana ciega-.
Me lleno de emoción
al sentir la firmeza
con que llaman mis hijos
a Dios desde la acequia..."
El pobre caracol
vuelve atrás. Ya en la senda
un silencio ondulado
mana de la alameda.
Con un grupo de hormigas
encarnadas se encuentra.
Van muy alborotadas,
arrastrando tras ellas
a otra hormiga que tiene
tronchadas las antenas.
El caracol exclama:
"Hormiguitas, paciencia.
¿Por qué así maltratáis
a vuestra compañera?
Contadme lo que ha hecho.
Yo juzgaré en conciencia.
Cuéntalo tú, hormiguita".
La hormiga, medio muerta,
dice muy tristemente:
"Yo he visto las estrellas."
"¿Qué son las estrellas?", dicen
las hormigas inquietas.
Y el caracol pregunta
pensativo: "¿Estrellas?"
"Sí -repite la hormiga-,
he visto las estrellas,
subí al árbol más alto
que tiene la alameda
y vi miles de ojos
dentro de mis tinieblas".
El caracol pregunta:
"¿Pero qué son las estrellas?"
"Son luces que llevamos
sobre nuestra cabeza".
"Nosotras no las vemos",
las hormigas comentan.
Y el caracol: "Mi vista
sólo alcanza a las hierbas."
Las hormigas exclaman
moviendo sus antenas:
"Te mataremos; eres
perezosa y perversa.
El trabajo es tu ley."
"Yo he visto a las estrellas",
dice la hormiga herida.
Y el caracol sentencia:
"Dejadla que se vaya.
Seguid vuestras faenas.
Es fácil que muy pronto
ya rendida se muera".
Por el aire dulzón
ha cruzado una abeja.
La hormiga, agonizando,
huele la tarde inmensa,
y dice: "Es la que viene
a llevarme a una estrella".
Las demás hormiguitas
huyen al verla muerta.
El caracol suspira
y aturdido se aleja
lleno de confusión
por lo eterno. "La senda
no tiene fin -exclama-.
Acaso a las estrellas
se llegue por aquí.
Pero mi gran torpeza
 me impedirá llegar.
No hay que pensar en ellas".
Todo estaba brumoso
de sol débil y niebla.
Campanarios lejanos
llaman gente a la iglesia,
y el caracol, pacífico
burgués de la vereda,
aturdido e inquieto,
 el paisaje contempla.

Reflexión inicial

Esta hermosa fábula en forma de poema deja, una vez más, al descubierto el hondo lirismo de Federico, lirismo que trasunta toda su obra. Las inquietudes y preocupaciones del poeta quedan a flor de piel, el descubrimiento de la vida más allá del hogar paterno, de lo peligroso, pero al mismo tiempo atrayente, que ésta tiene y que hacen que el caracol o cualquier alma joven quieran seguir transitándola a pesar de sus dudas y temores.
La incertidumbre por lo infinito y lo metafísico atraviesa el poema, así como la frustración, el desengaño, la desesperanza, que muy bien expresan “las ranas viejas”. El descreimiento y la aniquilación de lo diferente quedan plasmados en “las hormigas”, incapaces de elevar sus ojos y ver más allá del suelo, es por eso que condenan a la “atrevida” que descubrió a las estrellas y la existencia de un espacio intangible pero que está y la observa desde arriba. El castigo ante tanta osadía es la condena a muerte para la pobre infeliz. Aquí cabría preguntarse ¿Federico intuía su final? ¿Podía vislumbrar qué dieciocho años más tarde él terminaría de la misma forma? Cualquiera que conozca su obra sabe que la premonición de la muerte y de lo trágico la desborda.
Ante la crueldad de las hormigas, el caracol se sorprende y trata de conciliar el perdón para la ya moribunda hormiguita, la que ve su salvación en la llegada de una abeja. La abeja puede volar y si bien no es un ave que surca el aire por lo alto, puede saborear un pequeño tramo de la libertad que significa moverse en un plano más elevado que el del suelo.
El caracol se confunde, ¿entonces lo eterno existe? Pero él es torpe y está atado a la tierra, tal vez no tenga la suerte de la hormiga, quizá no exista una abeja que lo conduzca a las estrellas, pero decide no pensar y como todo mortal mientras vive intenta no pensar en el único futuro cierto, al que está destinado desde la cuna. Es que si piensa no vive y mientras vive, sólo debe pensar en cómo hacer frente a la vida. La muerte vendrá después, lo tomará por sorpresa y ahí verá como la enfrenta. Pero no creo que esa sea la preocupación verdadera de Federico, sabe que la muerte forma parte del devenir cotidiano, sino el saber qué hay más allá de lo que los ojos ven y el corazón siente. Igual que al caracol lo confunde lo eterno, lo que no sé ve pero que en el alma se alberga la duda de que exista.
Personalmente creo, que de todos los seres que habitamos la tierra, los árboles son los que mejor nos ejemplifican a los hombres, las raíces los aferran a la tierra, sin embargo quieren tocan el cielo con las ramas. Federico escribió en la tierra durante su vida, pero tocó el cielo con su pluma, con una obra tan profunda, tan vasta y tan bella que todavía nos acompaña desde lo eterno.

Biografía

La vida y obra de Federico García Lorca es bien conocida, por eso me remitiré sólo a lo esencial.
Poeta, músico, dramaturgo, ensayista, pintor, conferenciante, artista sobre todas las cosas...
Entre 1919 y 1928, vivió en la Residencia de Estudiantes, de Madrid, un centro importante de intercambios culturales donde se hizo amigo del pintor Salvador Dalí y del cineasta Luis Buñuel, entre otros, a quienes cautivó con sus múltiples talentos. Perteneció a la llamada "generación del 27", compuesta, entre otros, por Rafael Alberti, Gerardo Diego, Luis Cernuda, Jorge Guillén, Dámaso Alonso, Pedro Salinas, Vicente Alexaindre... con quienes compartió amistad e inquietudes artísticas.
Su primera vocación artística fue la música. De muy joven comenzó a tocar la guitarra y a estudiar piano. Compuso canciones con fuertes raíces flamencas e investigó el cancionero popular andaluz con Manuel de Falla.
Así manifestaba Lorca su actitud de artista: "Si es verdad que soy poeta por la gracia de Dios -o del demonio- también lo es que los soy por la gracia de la técnica y del esfuerzo".
En su obra se unen lo popular y lo culto en un estilo donde lo preponderante es la expresión del autor. Trata problemas sociales e individuales como la frustración amorosa, las represiones sexuales y el destino trágico. "El artista debe reír y llorar con su pueblo", dijo.
Como dramaturgo, abordó diferentes géneros, aunque su reputación descansa principalmente en las tres tragedias populares: "Bodas de Sangre", "Yerma" y "La casa de Bernarda Alba". Dirigió el teatro universitario "La Barraca", con el que viajó por toda España representando obras de Lope de Vega, Tirso de Molina y Calderón de la Barca.
Su vitalidad y su simpatía eran arrolladoras. Pero también poseía una sensibilidad como pocas: "Un poeta es alguien que está siempre, y por todas las cosas, a punto de llorar".
Federico siempre estuvo a favor del desprotegido: "Creo que el hecho de ser de Granada me inclina siempre a la comprensión simpática del perseguido.
Del gitano, del negro, del judío, del morisco que todos llevamos dentro"- decía.
Sus posiciones antifascistas y su fama le convirtieron en una víctima fatal de la Guerra Civil española, en Granada, donde le fusilaron, en agosto de 1936.

El cierre
Éste es uno de mis poemas preferidos, en él hay una historia y las historias son lo importante en este espacio. Ellas son lo que cuentan y mucho más, sólo hay que saber leer entre sus líneas para encontrar el verdadero mensaje - uno o varios entre los muchos posibles - que se esconde detrás de ellas.
Ojalá piensen parecido a mí, así podremos compartir el placer que produce la lectura de un texto como éste. Un abrazo.




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sábado, 30 de enero de 2010

SARRACINE,Y S/Z. De Balzac a Barthes

Sarracine de Honoré de Balzac (Tours, Francia, 1799 - París, 1850) Novelista francés. Considerado a menudo como el fundador de la novela moderna.

El tema que desarrolla Sarrasine es el del hombre que se enamora de un castrado creyendo que es una mujer. El relato está construido siguiendo la técnica del “récit encadré”, y en la trama reina, como ya he dicho, el misterio y el suspense.

La historia

En 1830, en el salón parisino de los Lanty tiene lugar una velada, en el transcurso de la cual la presencia de un extraño anciano centenario de aspecto fantasmagórico es objeto de numerosos comentarios entre los invitados. Todos se preguntan por la identidad de este personaje y su relación con los Lanty, al tiempo que se plantean numerosos interrogantes sobre la procedencia de esta misteriosa y hermética familia y el origen de su fortuna. Todo son elucubraciones al respecto, nadie ha podido nunca saber nada, excepto el personaje-narrador, uno de los asistentes a la fi esta que confi esa saber el secreto de los Lanty a una de las invitadas, la señora Rochefi de, a quien intenta conquistar. El misterio aumenta cuando un cuadro que representa a un Adonis recostado sobre una piel de león llama la atención de la dama. El narrador sólo le comenta que se trata de un cuadro que el pintor Vien realizó tomando como modelo una estatua de mujer y que representa a un pariente de la familia. Al día siguiente, desvela a la señora Rochefi del misterio que envuelve a los Lanty, dando lugar al relato central de la obra.
Se trata de la trágica historia de amor vivida por el escultor Sarrasine, quien, en 1758, cuando tenía veintidós años, se trasladó a vivir a Roma, donde conoció a Zambinella, una cantante de ópera de la que se enamoró y cuya fi gura reprodujo en una estatua de barro. Sarrasine intentó conquistar a la joven, pero Zambinella resistió a sus constantes acosos. Finalmente, el cardenal Cicognara, protector y mecenas de la cantante, desveló al escultor que esta no era una mujer, sino un castrado, que representaba papeles femeninos, ya que las mujeres tenían prohibido por el Papa cantar en los teatros de Roma. Reticente a creerlo, Sarrasine raptó a la cantante y ésta le reveló su verdadera identidad. Ultrajado, tras un intento fallido de romper la estatua por él creada, el escultor trató sin éxito de matar a Zambinella, pues cayó abatido por los disparos de tres sicarios mandados por su protector. El narrador termina contando que el cardenal se apropió de la estatua de Sarrasine y la hizo reproducir en mármol. La familia Lanty encargó entonces al pintor Vien que reprodujera la estatua en un cuadro. Y esta pintura, en la que se inspiró, a su vez, más tarde, Girodet para crear su Endimión, es el Adonis que había llamado la atención de la señora Rochefi de. Todo queda aclarado: el personaje representado en el cuadro y el anciano decrépito que se había paseado en la fiesta son, por tanto, Zambinella, quien resulta ser al final un tío abuelo de los Lanty.

Una forma de analizar esta obra

S/Z de Roland Barthes
(Cherburgo, 12 de noviembre de 1915 – París, 25 de marzo de 1980) fue un escritor, ensayista y semiólogo francés.
Hace cuarenta años, en los cursos de 1968 y 1969, Barthes formula este ensayo interpretativo de la novela corta o nouvelle de Balzac, titulada “Sarrasine”, el que pretende identificar otras fuentes de significado y de relevancia. Con su lectura tan abierta, establece cinco grandes códigos que determinan los tipos de significado, y que pueden encontrarse en un texto a través de múltiples lexias. Estos grandes códigos lo llevaron a definir que las historias tienen la capacidad de ofrecer una pluralidad de significados, si bien ésta se halla limitada por otros elementos formales, como es la secuencia lineal de la escritura: al ser una línea temporal definitiva, que debe ser seguida por el lector, restringe su libertad analítica e interpretativa.
S/Z, surgido al calor del Mayo francés –como muchos de los textos del posestructuralismo- es casi un manifiesto crítico, un libro que inaugura un nuevo estatuto para el lector, para la lectura y la interpretación. Puesto que Barthes señala acertadamente que la lectura tal y como tradicionalmente se la ha concebido no es más que un referéndum, por eso frente a los textos clásicos o legibles abre el espacio para la interpretación o lo escribible. Es por eso que afirma:

“…lo que está en juego en el trabajo literario (en la literatura como trabajo) es hacer del lector no ya un consumidor, sino un productor del texto. Nuestra literatura está marcada por el despiadado divorcio que la institución literaria mantiene entre el fabricante y el usuario del texto, su propietario y su cliente, su autor y su lector”.

Por lo tanto, lo que postula es que la lectura se convierta en escritura, y si bien “metafóricamente” ya se había planteado aquello de que toda lectura reescribe el texto leído, nunca se habían materializado de esta manera las operaciones de lectura. En esta cita pueden apreciarse términos que subrayan la materialidad muchas veces negada en el campo de la literatura: Barthes menciona los términos “productor”, “consumidor”, “fabricante”, “cliente”.
Desde este punto de vista, la lectura es el trabajo de encontrar sentidos y nombrarlos de otro modo, es un deslizamiento metonímico de sentidos que nos constituye. Este concepto de lectura ya no es la lectura de base hermenéutica que busca explicar y remitir todos los sentidos a un fundamento que a veces podía ser la religión, la política, la estilística; tampoco es la lectura de base estructural que busca totalizar el texto radiografiando su estructura, no hay un punto final donde la lectura se detenga. La apuesta de Barthes consiste en liberar los códigos implicados en el texto y también liberar al lector de las ataduras “científicas” o “estructurales” que podrían ligarlo a un concepto totalizador de “obra”. Exige del lector una posición activa, ya que el lector fragmenta el texto en lexias o partes no muy extensas, para dejar fluir los códigos y connotaciones. En la siguiente cita puede apreciarse el concepto de lexia y la lógica para dividirlo de esa manera tiene que ver con captar los códigos intervinientes.

Ahora bien, algunas críticas o reparos que puedan surgir ante S/Z (Sarrasine/Zambinella):

1. ¿Qué pasa con algunos límites para la interpretación? Pareciera que este lector que puede reescribir el texto es un crítico, sin embargo no todos los lectores son críticos. Es probable que ningún lector tenga acceso a todos los códigos, de hecho el propio Barthes no podía prever que su S/Z más que liberarnos de las ataduras como lectores, iba a servir como modelo para una nueva tecnología de la palabra como el hipertexto. Entonces, los códigos que cada lector pondrá en juego serán los de su propia enciclopedia o los de su propia cultura en un momento determinado y no todos los idealmente posibles.
2. Este abordaje exhaustivo es practicable con textos breves. Para textos más largos se puede tomar la filosofía de S/Z, la de que toda lectura reescribe el texto que lee y la de que el lector puede, si se entrega al trabajo de la lectura, acceder a esa zona de lo escribible, donde al terminar de leer un texto ya no somos los mismos porque algo de ese trabajo cambió algunas creencias, presupuestos e introdujo variantes en ese flujo de códigos que nos constituye.

Un ejemplo de este tipo de análisis, es el que sigue a continuación, realizado sobre el texto de María Teresa Andruetto, “El anillo encantado” en el que puede observarse el entrecruzamiento de códigos.

El anillo encantado

Ifigenia tenía el cabello rubio como el trigo y unos ojos más azules que el lago de Constanza.
Caminaba descalza a la orilla del agua.
Era pálida y leve.
Parecía hecha de aire.
El emperador Carlomagno la vio y se enamoró de ella.
Él era ya un hombre viejo y ella, apenas una muchacha. Pero el Emperador se enamoró perdidamente y olvidó pronto sus deberes de soberano.
Los nobles de la corte estaban muy preocupados porque nada interesaba ya a Carlomagno.
Ni el dinero.
Ni la caza.
Ni la guerra.
Ni las batallas.
Sólo la muchacha.
A pesar del amor, Ifigenia murió una tarde de abril llena de pájaros.
Los nobles de la corte respiraron aliviados.
Por fin el Emperador se ocuparía de su hacienda, de su guerra y de sus batallas.
Pero nada de eso ocurrió, porque el amor de Carlomagno no había muerto.
Hizo llevar a su habitación el cadáver embalsamado de la muchacha. No quería separarse de él.
Asustado por esta macabra pasión, el Arzobispo del imperio sospecho un encantamiento y fue a revisar el cadáver.
Muerta, Ifigenia era tan hermosa como cuando caminaba descalza junto al lago de Constanza.
La revisó de pies a cabeza.
Bajo la lengua dura y helada, encontró un anillo con una piedra azul.
El azul de aquella piedra le trajo recuerdos del lago y del mar distante.
El Arzobispo sacó el anillo que estaba escondido bajo la lengua.
Ni bien lo tomó en sus manos, Carlomagno enterró el cadáver.
Y se enamoró del Arzobispo.
El Arzobispo, turbado y sin saber qué hacer, entregó el anillo a su asistente.
Ni bien el asistente lo tomó en sus manos, Carlomagno abandonó al Arzobispo.
Y se enamoró del asistente.
El asistente aturdido por esta situación embarazosa, entregó el anillo al primer hombre que pasaba.
Ni bien el hombre lo tomó en sus manos, Carlomagno abandonó al asistente.
Y se enamoró del hombre.
El hombre, asustado por este amor extraño, empezó a correr con el anillo en la mano, y el Emperador tras él.
Hasta que se cruzó con una gitana y el hombre le entregó el anillo.
Ni bien la gitana lo tomó en sus manos, Carlomagno dejó de perseguir al hombre.
Y se enamoró de la gitana.
Pero a la gitana se la cayó el anillo al agua.
Ni bien el agua recibió el anillo en su lecho, Carlomagno abandonó a la gitana.
Y se enamoró del lago de Constanza junto al que Ifigenia caminaba descalza.

Maria Teresa Andruetto

Nació en Arroyo Cabral, Provincia de Córdoba, Argentina, el 26 de enero de 1954. Es egresada de la carrera de Letras en la Universidad Nacional de Córdoba. Trabajo como periodista y docente de nivel medio y superior. Fundó el Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil con sede en Córdoba.

EL análisis

El anillo encantado

En diversas culturas y religiones de todos los tiempos “el anillo” es símbolo de lealtad, alianza, compromiso, unión. Por otra parte en la mano de un rey simboliza riqueza y poder. Es así que desde el código simbólico, el título nos anticipa que en el relato se desarrollará una historia en la tendrá lugar una alianza, una unión, pero también en la que una de las partes, la poseedora del anillo ejercerá su dominio sobre la otra. Dominio que se nos hará más evidente si tenemos en cuenta que el objeto al que se hace referencia está calificado como de “encantado”. Y es este adjetivo el que nos introduce en el mundo propio del mito o la leyenda (código cultural), así como se nos presenta como un enigma que deberemos develar: ¿en qué consistirán los poderes del anillo encantado? (código hermenéutico).

Ifigenia tenía el cabello rubio como el trigo y unos ojos más azules que el lago de Constanza.

El nombre de Ifigenia, ya nos remite a ese mundo anticipado en el título, el de la leyenda o el mito, a la guerra de Troya: Ifigenia, hija de Agamenón, es ofrecida por su propio padre en sacrificio en honor de Artemisa. En la tragedia de Eurípides, la joven es salvada por la diosa que a la hora de ser inmolada es convertida en una cierva. Esta historia (c. cultural) forma parte de la cultura occidental y a pesar de que la joven del cuento/romance, no vive un episodio semejante, no podemos dejar de establecer una relación con la primera, más aun cuando leemos que la muchacha muere.
El cabello rubio y los ojos azules connotan belleza (código simbólico). Un tipo de belleza y de mujer propios del cuento maravilloso. Por otra parte la comparación de sus atributos físicos con el trigo y con el lago nos hablan de la oposición tierra/ agua (el trigo como producto de la tierra).
Caminaba descalza a la orilla del agua. / Era pálida y leve. / Parecía hecha de aire.
Aquí nos introducimos en la primera acción: la muchacha caminaba a orillas del lago, siguiendo el delgado límite entre la tierra y el agua, elementos que también se evidencian en su persona, así como su levedad que la hace parecer etérea como el aire (c. sémico). Es de esta forma como comienza a entreverarse en el relato la presencia y combinación de los elementos: tierra, agua, aire, y que nos dejan abierta la puerta para el siguiente enigma: ¿quién encarnará o de qué manera aparecerá en escena el fuego, cuarto elemento? (c. hermenéutico). Podemos aventurarnos a decir que estaría simbolizado en el amor desmedido, encendido que Carlomagno le profesa.

El emperador Carlomagno la vio y se enamoró de ella.

En esta lexía nos sumergimos en el mundo de las leyendas carolingias (c. cultural, histórico y literario). Carlomagno, personaje histórico y de famosos cantares de gesta, en uno de esos relatos remotos es víctima de los efectos de un anillo especial; hecho que se narra en “Carlomagno y el anillo de la serpiente”. La segunda acción del cuento corre por cuenta del emperador que, ve a la joven/ se enamora inmediatamente de ella (acciones coincidentes con las desarrolladas en muchos cuentos tradicionales).

Él era ya un hombre viejo y ella, apenas una muchacha. Pero el Emperador se enamoró perdidamente y olvidó pronto sus deberes de soberano.

Desde los significados podemos remitirnos a la oposición: vejez/juventud; contraste que se enfatiza desde el c. simbólico: muerte/vida. Por otra parte las acciones son esperables desde que son coincidentes con los relatos populares: el emperador se enamora y olvida pronto sus obligaciones.

Los nobles de la corte estaban muy preocupados porque nada interesaba ya a Carlomagno.
Ni el dinero. /Ni la caza. /Ni la guerra. /Ni las batallas. /Sólo la muchacha.

Desde lo histórico nos ponemos en contacto con códigos que nos presentan la forma de vida de la aristocracia medieval, la corte, la caza, la guerra, las batallas, actividades que nos hablan y nos remontan a un tiempo histórico, pero a la vez lírico y misterioso como es el de los ciclos caballerescos. Por otra parte podemos observar la acción/inacción del emperador: nada le importaba… “sólo la muchacha”.
A pesar del amor, Ifigenia murió una tarde de abril llena de pájaros.
Ifigenia, al igual que la protagonista del mito griego (c. simbólico), muere en plena juventud. Ni el amor que el emperador siente por ella puede salvarla de un destino, que a semejante al de la otra Ifigenia, ya está marcado.
Los nobles de la corte respiraron aliviados. /Por fin el Emperador se ocuparía de su hacienda, de su guerra y de sus batallas. /Pero nada de eso ocurrió, porque el amor de Carlomagno no había muerto.
Vuelta a la normalidad, piensan los nobles (c. de las acciones). Vuelta a la vida propia de la corte medieval/caballeresca (c. histórico). Desencanto, puesto que nada de eso ocurre (c. de las acciones), porque Carlomagno sigue amando a pesar de la muerte (c. cultural/ literario).

Hizo llevar a su habitación el cadáver embalsamado de la muchacha. /No quería separarse de él.

Víctima del amor, el emperador enloquece (c. simbólico: amor igual locura y muerte).
Asustado por esta macabra pasión, el Arzobispo del imperio sospecho un encantamiento y fue a revisar el cadáver.
El Arzobispo (tal vez Turpín) otra vez nos remite al mundo carolingio, histórico y literario, cortesano y caballeresco. De la misma manera que Arturo y Merlín, así como otros personajes de la época, Turpín (versión cristiana del consejero) acompañó a Carlomagno (c. cultural). Y es él, el encargado de descubrir el encantamiento de que es víctima su señor (c. literario/ mágico/propio de las leyendas nórdicas). El c. de las acciones se combina en encantamiento/búsqueda/descubrimiento.

Muerta, Ifigenia era tan hermosa como cuando caminaba descalza junto al lago de Constanza.

Belleza/ “encanto” son semas que atraviesan la historia y anticipan al receptor (c. de la comunicación) otro tema literario de la Edad Media, el de “la dama del lago” (c. literario y a la vez simbólico).
La revisó de pies a cabeza. /Bajo la lengua dura y helada, encontró un anillo con una piedra azul. /El azul de aquella piedra le trajo recuerdos del lago y del mar distante.
Búsqueda/descubrimiento (c. de las acciones). El anillo, como objeto mágico y maligno símbolo de lo pagano domina y atrae, a un cristiano por excelencia (Carlomagno, emperador del Sacro Imperio Romano Germano), sin que él lo sepa. La fuente del hechizo, podemos suponer (pero aún no lo sabemos) está en el azul de su piedra, como el azul del lago (c. hermenéutico).

El Arzobispo sacó el anillo que estaba escondido bajo la lengua. / Ni bien lo tomó en sus manos, Carlomagno enterró el cadáver. /Y se enamoró del Arzobispo.

Cambio de comportamiento del Emperador (c. de las acciones): entierra el cadáver y traslada su amor a otro: el poseedor del anillo. Aquí se confirma el poder extraño del objeto (c. hermenéutico).

El Arzobispo, turbado y sin saber qué hacer, entregó el anillo a su asistente. / Ni bien el asistente lo tomó en sus manos, Carlomagno abandonó al Arzobispo. /Y se enamoró del asistente. /El asistente (…), entregó el anillo al primer hombre que pasaba. / (…) Carlomagno (…) se enamoró del hombre (…) que se cruzó con una gitana y el hombre le entregó el anillo. (…) Carlomagno (…) se enamoró de la gitana. (…) a la gitana se la cayó el anillo al agua.

Sucesión de acciones que se repiten: cada poseedor del anillo es depositario del amor del Emperador, única víctima del embrujo del objeto (c. de las acciones y c. hermenéutico). Por otro lado el anillo, símbolo de alianza, lo mantiene unido a un amor incontenible y enfermo, que parece radicar en el objeto mismo.

Ni bien el agua recibió el anillo en su lecho, Carlomagno abandonó a la gitana. / Y se enamoró del lago de Constanza junto al que Ifigenia caminaba descalza.

El azul del agua y el azul del anillo se funden en un solo elemento (c. sémico), que introduce y confirma el enigma del que forman parte Ifigenia, el lago y el anillo: son una misma cosa. Estamos en presencia aquí, de un tópico literario medieval: el anillo con poderes sobrenaturales y la leyenda que dio en llamarse “la dama del lago”, que consiste en una hermosa mujer que encarna un espíritu maléfico que seduce a quien se aproxima a sus orillas y lo arrastra consigo hacia la profundidad de las aguas y de la muerte (c. simbólico), se unen en este bello cuento de M. T. Andruetto.

Propuestas de actividades para trabajar este cuento en el nivel Medio:

Las lecturas propuestas (para nivel Secundario) con el fin de alcanzar y reforzar aspectos del texto no relevados en la versión de Andruetto, que sugiero son:
1. Para contextualizar el cuento, pueden proponerse lecturas que apunten al marco teórico sobre literatura medieval, en sus aspectos épicos, líricos y caballerescos, que pueden leerse en libros de texto para el nivel, (recomiendo los de la editorial Puerto de Palos).
2. Como lecturas ficcionales: “La leyenda de Carlomagno”, de Ítalo Calvino. Para el tema del anillo y siguiendo los tiempos que corren, algún fragmento de “El señor de los anillos”, de J. R. R. Tolkien, que seguramente tendrá buena llegada entre los alumnos gracias a su versión cinematográfica.
Para reforzar la leyenda de “la dama del lago”, puede leerse como complemento “Los ojos verdes” de G. A. Bécquer. También puede establecerse la relación con el mito de “Ifigenia”.
Por supuesto que puede incentivarse a los alumnos a buscar en libros o por Internet “leyendas nórdicas” o pertenecientes al “ciclo carolingio”, para contribuir a caracterizar la figura de Carlomagno, tan susceptible para ser ficcionalizada (recordar la caracterización de este personaje en el cantar de gesta francés “La chanson de Roland”).
Creo que la posibilidad de lecturas puede ser múltiple y no se terminaría de enumerar, pero en este caso deberán tenerse en cuenta las motivaciones de los alumnos.
Con respecto a actividades de integración de lecturas puede proponerse una tarea de producción, grupal y/o individual que consista en la elaboración de un guión teatral tomando como base el cuento y los aportes de las leyendas leídas. La escritura de “romances”, respetando sus características formales y estilísticas que tomen como tema: “un objeto encantado”, “un amor desmedido”, “la dama del lago”, “el hechizo de unos ojos”, etc. Y por supuesto no desoír las sugerencias de los alumnos, que muchas veces son muy sabías y creativas.

Espero que todo esto les haya sido útil, muchas gracias por leerme y un abrazo a todos desde la web.